Soberbia y Humildad...

 Había una vez un científico sumamente inteligente que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir al original de la reproducción.




Un día el científico se enteró que andaba buscándolo la muerte. Invadido por el miedo decidió hacer doce copias de sí mismo. La muerte, confundida,  no sabía cómo averiguar cuál de los trece científicos que tenía ante sí era el original. Los dejó a todos en paz y se fue a meditar.


La muerte regresó pronto, pues era experta en la naturaleza humana y se le ocurrió una interesante estrategia. Se dirigió de nuevo con el científico y le dijo: “Reconozco que es usted un genio pues ha logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo que realmente me ha confundido; sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto”.


El científico, sintiéndose descubierto y un poco ofendido pegó un salto y gritó: “¡imposible!, ¿Dónde está ese defecto?”, “justamente aquí, en su Ego, en la falta de sencillez y humildad” respondió la muerte mientras tomaba al verdadero científico y se lo llevaba consigo.


En nuestra vida diaria con frecuencia permitimos que nos gane la vanidad, el orgullo o la soberbia. Tenemos que servir a Dios, pero no con el propósito de cobrar después el favor, sino con amor gratuito de hijos, con un verdadero espíritu de sencillez y humildad.

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