GUIJARROS DE LA PLAYA
Cada uno es claramente distinto de otro -como ocurre con las personas-.
Cada uno encierra celosamente su integridad más profunda.
Sólo su superficie es dada al exterior y desde ella nos comunica su brillo, su color, su dureza... como también suele ocurrirnos a las personas.
Cuando paseamos junto al mar pocos nos fijamos en ellos, y casi nadie se inclina tratando de saber qué hay más allá de sus formas redondeadas:
En ellos está el infinito, al igual que lo está en los abismos del cielo.
Y en ellos hay infinitos mensajes que tienen que ver con nosotros.
Uno de esos mensajes se refiere a su pasado de piedras esquinadas y con aristas, filos que asomaban al sol desafiando cortar hasta el alma del aire, si es que el aire osaba rozarlos.
No fue la fuerza del martillo ni la de los terremotos que se tragan cordilleras la que supo pulir aquellos puñales, sino el agua: la blanda, la dúctil, la adaptable, la conducible.
El agua con su baile y su canción -como ya dijo Tagore- los redondeó.
Y aquí confluye otra afirmación de Lao Tse:
"Lo blando vence, lo duro pierde,"Es casi seguro que estamos más cerca de ser piedras que de ser agua.
Por eso será que dándonos a la danza de la vida es como, poco a poco, iremos perdiendo aristas y ganando redondeces que nos acercarán a las formas amorosas que se reconcilian con las manos que acarician y construyen.
Cada uno encierra celosamente su integridad más profunda.
Sólo su superficie es dada al exterior y desde ella nos comunica su brillo, su color, su dureza... como también suele ocurrirnos a las personas.
Cuando paseamos junto al mar pocos nos fijamos en ellos, y casi nadie se inclina tratando de saber qué hay más allá de sus formas redondeadas:
En ellos está el infinito, al igual que lo está en los abismos del cielo.
Y en ellos hay infinitos mensajes que tienen que ver con nosotros.
Uno de esos mensajes se refiere a su pasado de piedras esquinadas y con aristas, filos que asomaban al sol desafiando cortar hasta el alma del aire, si es que el aire osaba rozarlos.
No fue la fuerza del martillo ni la de los terremotos que se tragan cordilleras la que supo pulir aquellos puñales, sino el agua: la blanda, la dúctil, la adaptable, la conducible.
El agua con su baile y su canción -como ya dijo Tagore- los redondeó.
Y aquí confluye otra afirmación de Lao Tse:
"Lo blando vence, lo duro pierde,"Es casi seguro que estamos más cerca de ser piedras que de ser agua.
Por eso será que dándonos a la danza de la vida es como, poco a poco, iremos perdiendo aristas y ganando redondeces que nos acercarán a las formas amorosas que se reconcilian con las manos que acarician y construyen.
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