Juan Pablo II, por siempre viviras en nuestros corazones...!!!
Juan Pablo II no descansa. Su espíritu viajero, su alma viva, su mente inquieta salvan los obstáculos de su precaria salud y, una vez más, el Papa polaco sorprende al mundo con una nueva obra.
Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios se divide en dos partes, una de orientación teológico-filosófica y otra de carácter histórico, político y sociológico. El Pontífice conversa sobre conceptos como democracia, libertad o patria mientras reflexiona sobre el pensamiento cristiano, el papel de la Iglesia, la responsabilidad política, el bien y el mal.
En algunos puntos, el Papa compara las leyes abortistas con el Holocausto judío y alerta ante el peligro de que «la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo». En otros capítulos, Juan Pablo II se refiere al comunismo como «un mal en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre».
LA COEXISTENCIA DEL BIEN Y EL MAL
«El mal es siempre la ausencia de un bien que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo. (...)
La Historia de la Humanidad es una trama de la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido en los diversos períodos de la Historia». (...)
«Pero si el hombre por sí solo, sin Dios, puede decidir lo que es bueno y lo que es malo, también puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado. Determinaciones de este tipo se tomaron, por ejemplo, en el Tercer Reich por personas que, habiendo llegado al poder por medios democráticos, se sirvieron de él para poner en práctica los perversos programas de la ideología nacionalsocialista, que se inspiraba en presupuestos racistas.Medidas análogas tomó también el Partido Comunista en la Unión Soviética y en los países sometidos a la ideología marxista.En este contexto se perpetró el exterminio de los judíos y también de otros grupos como los gitanos, los campesinos en Ucrania y el clero ortodoxo y católico en Rusia, en Bielorrusia y más allá de los Urales. Generalmente se trataba del exterminio físico, pero a veces también de una destrucción moral: se impedía más o menos drásticamente a la persona el ejercicio de sus derechos.
A este propósito, no se puede omitir la referencia a una cuestión más actual que nunca, y dolorosa. Después de la caída de los sistemas construidos sobre las ideologías del mal, cesaron de hecho en esos países las formas de exterminio apenas citadas.No obstante, se mantiene aún la destrucción legal de vidas humanas concebidas, antes de su nacimiento. Y en este caso se trata de un exterminio decidido incluso por parlamentos elegidos democráticamente, en los cuales se invoca el progreso civil de la sociedad y de la Humanidad entera.
Tampoco faltan otras formas graves de infringir la ley de Dios.Pienso, por ejemplo, en las fuertes presiones del Parlamento Europeo para que se reconozcan las uniones homosexuales como si fueran otra forma de familia, que tendría también derecho a la adopción. Se puede, más aún, se debe, plantear la cuestión sobre la presencia en este caso de otra ideología del mal, tal vez más insidiosa y celada, que intenta instrumentalizar incluso los derechos del hombre contra el hombre y contra la familia».
Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios se divide en dos partes, una de orientación teológico-filosófica y otra de carácter histórico, político y sociológico. El Pontífice conversa sobre conceptos como democracia, libertad o patria mientras reflexiona sobre el pensamiento cristiano, el papel de la Iglesia, la responsabilidad política, el bien y el mal.
En algunos puntos, el Papa compara las leyes abortistas con el Holocausto judío y alerta ante el peligro de que «la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo». En otros capítulos, Juan Pablo II se refiere al comunismo como «un mal en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre».
LA COEXISTENCIA DEL BIEN Y EL MAL
«El mal es siempre la ausencia de un bien que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo. (...)
La Historia de la Humanidad es una trama de la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido en los diversos períodos de la Historia». (...)
«Pero si el hombre por sí solo, sin Dios, puede decidir lo que es bueno y lo que es malo, también puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado. Determinaciones de este tipo se tomaron, por ejemplo, en el Tercer Reich por personas que, habiendo llegado al poder por medios democráticos, se sirvieron de él para poner en práctica los perversos programas de la ideología nacionalsocialista, que se inspiraba en presupuestos racistas.Medidas análogas tomó también el Partido Comunista en la Unión Soviética y en los países sometidos a la ideología marxista.En este contexto se perpetró el exterminio de los judíos y también de otros grupos como los gitanos, los campesinos en Ucrania y el clero ortodoxo y católico en Rusia, en Bielorrusia y más allá de los Urales. Generalmente se trataba del exterminio físico, pero a veces también de una destrucción moral: se impedía más o menos drásticamente a la persona el ejercicio de sus derechos.
A este propósito, no se puede omitir la referencia a una cuestión más actual que nunca, y dolorosa. Después de la caída de los sistemas construidos sobre las ideologías del mal, cesaron de hecho en esos países las formas de exterminio apenas citadas.No obstante, se mantiene aún la destrucción legal de vidas humanas concebidas, antes de su nacimiento. Y en este caso se trata de un exterminio decidido incluso por parlamentos elegidos democráticamente, en los cuales se invoca el progreso civil de la sociedad y de la Humanidad entera.
Tampoco faltan otras formas graves de infringir la ley de Dios.Pienso, por ejemplo, en las fuertes presiones del Parlamento Europeo para que se reconozcan las uniones homosexuales como si fueran otra forma de familia, que tendría también derecho a la adopción. Se puede, más aún, se debe, plantear la cuestión sobre la presencia en este caso de otra ideología del mal, tal vez más insidiosa y celada, que intenta instrumentalizar incluso los derechos del hombre contra el hombre y contra la familia».
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